sábado, 21 de noviembre de 2015

Adicta

Ayer fueron 4 horas sin descanso de surf, sin dejar de remar, sin pisar la arena. Aún tiritando y agotada no podía dejar de buscar una y otra ola, como si el mar fuera una sustancia totalmente adictiva. 
Repetí el triunfo de hace unas semanas, bajando y girando lateralmente la ola, desde la barra hasta la orilla. Esta vez con mi tabla, mucho más corta, inestable y veloz. No tengo duda de que empezar de cero el pasado lunes y que los stand ups en la arena antes de entrar han tenido mucho que ver en la mejora con mi tabla. El surf es constancia, como la vida, enamorarnos de cero una y otra vez, sentar nuevas bases, aprender...y seguir creyendo en la magia.


Vivir con pasión, surfear con pasión...remar sin descanso.

martes, 17 de noviembre de 2015

Volviendo al inicio


Ayer el entrenamiento de surf me regaló un toque de humildad. Tras conseguir hace una semana uno de mis retos, la tabla me ha enseñado que no tenía todo hecho. He tenido que volver al principio, al primer paso: el stand up. No porque fuese incapaz de levantarme de nuevo, sino porque me había aconstumbrado a hacerlo de un modo rápido, que me permitía controlar la tabla a posteriori gracias a la capacidad que tengo para corregirme una vez en pie. Un autoengaño. Aunque ambas formas me permitiesen llegar a la misma meta, a deslizarme sobre la ola, sólo una es válida para mejorar y avanzar hacía posiciones más complicadas. En la superficie todo vale, pero una vez nos adentremos en el mar, lo que antes nos servía puede ahora llevarnos de una forma rápida al fondo. Y seguramente no nos demos cuenta de que el error no fue el último movimiento, si no el primero. Así que ayer comencé de nuevo, en la arena y en la espuma. Entrenando la seguridad en mis pies, y en mi misma, pisando con fuerza sobre la tabla y sobre la vida. 

Decido empezar porque decido hacerlo bien. Si quiero adentrarme lejos, en el mar y en amor, el único camino es pisar sin dudar, desde el primer paso. Enceremos la tabla, y surfeemos...


lunes, 9 de noviembre de 2015

Abriendo ventanas


Dejar de correr fue difícil. Me había enganchado a la adictiva sensación de retarme y cruzar la meta exhausta. Ya había pasado por una situación parecida, así que, como en aquella ocasión, busqué otro reto. Y entonces empecé a entrenar con la tabla, empecé a surfear. Me gusta que cuando se cierren puertas sea capaz de abrir ventanas y lanzarme. Y me lancé, me lancé al agua para que fuera mi salvavidas…
Y hoy, he cruzado la línea de meta. He surfeado en el muellito, he dejado más lejos la seguridad de la arena, he remado hasta sudar dentro del agua, he convertido el cansancio en fuerza, en éxtasis cada vez que descendía. Porque hoy no me he deslizado hasta llegar a la orilla, hoy he bajado las olas, para volver a subirlas ligeramente, girar y volver a bajar. Dejar que me impulsen desde dentro. No estaba en su cresta, estaba en su corazón. Justamente en el corazón de la ola, circulando por ella. Cuando veo las olas, siempre pienso en acariciarlas, confiar. Hoy he podido cumplir ese deseo. Hoy he girado de canto hasta acariciarla el agua mientras me deslizaba lateralmente. Y dios… creo que jamás podré olvidar esa caricia. Que pasará a formar parte de esas caricias que guardo dentro de mi despistada memoria, para recordar que puedo sentirme viva. Entre esos cuerpos especiales que un día me hicieron temblar, se ha colado esta ola que hoy me ha hecho volar. Que me ha salvado.
Y creer, creer con fuerza en mí, y en el sentido de la vida. Soy adicta a los retos. Y empiezo a disfrutar de mi capacidad que tiene mi cerebro para aceptar la decisión de dejar algo que me gusta mucho, que me enloquece, pero que implica efectos secundarios; y su forma de premiar al corazón, a la parte emocional, con un chute de locura sana. Quedan muchas más metas que cruzar surfeando.

Ser constructora de alternativas es ser totalmente libre. No hay muros que puedan frenar mi capacidad de andar. Y aunque duelan las caídas, merecen la pena por la sensación de levantarnos. Aunque cueste remar y se nos acalambren los brazos, merece la pena por la sensación de deslizarnos en una ola.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Constancia






Hoy ha sido un buen día de surf, y eso a pesar de que apenas he cogido cinco o seis olas y tengo codos y rodillas con arañazos. Lo importante no fue en este caso la calidad de los deslizamientos, si no la constancia, la lucha sin tregua contra el mar. Apenas se podía entrar y bajo nuestros pies solo había rocas por lo que desde los tobillos había que entrar remando, remando contra las espumas que te traían de vuelta a la orilla. Y te revolcabas, escupías el agua y de nuevo remabas, con tanta energía que me faltaba el aire. Sin pausa, tras darme contra rocas, caer y levantarme. Y mientras, la mente, totalmente atenta al mar. No había preocupaciones, no había futuro, no había nada. Solo disfrutar del increíble deporte que es el surf, incluso cuando apenas puedes alcanzar las olas.